Muchas veces se habrán preguntado que realmente es el Amor, en cualquiera de sus expresiones tan extensas como las olas del mar.
Por allí leí: “…Cuando el amor en ti se vuelva un sol creador, sabrás entonces amar.” Efectivamente una profunda ley de vida, más allá de vivir, de convivir en este tiempo. En la actualidad, solemos encerrarnos en nosotros mismos para alcanzar cierto crecimiento interior, cerca estamos de avivar la soledad, el ego y la tristeza.
La vida se vuelve para muchos desdicha y depresión, en todo medio de comunicación leemos de horas sombrías que nadie desea, y a nuestro alrededor enfermedades y muertes como las peores muestras de infelicidad. Es casi imposible que las palabras, comuniquen bondad de un ser a otro, sin embargo allí están toda una cantidad de emociones en el corazón del ser humano. Recuerdo, uno de estos días en una oficina de gobierno, asistí a renovar mi licencia de conducir, toda una travesía en filas y requisitos, el día como los eternos veranos norteños caluroso y agotador, sin paciencia para el ir y venir de la eterna tramitologia burocrática; mientras esperaba mi turno, observe una familia con varios niños que cambiaban de silla cada vez que pedían un deseo, ya subían, ya bajaban, ya corrían, ya gritaban y hasta empujones y jalones de cabello me tocaron, pequeños de energías incontrolables.
En ese momento, la madre de familia me dijo con una paciencia inimaginable: “Señora, le agradezco su paciencia y su excelente compresión a mis pequeños”. Y esas palabras dichas con una enorme sonrisa tuvieron la virtud de cambiar la perspectiva de esta servidora y desaparecer hasta mi leve enfado, una comprensión sana y afectuosa. La irreflexión pasó a segundo grado, y solo tuve una reverencia al gesto bondadoso de una madre. Es casi seguro que esta persona estaba preocupada, abatida, cansada, pero no perdió su simpatía. Aprendí algo, utilizar más seguido las palabras de aliento y comprensión como muestra de sensibilidad y afecto como una especie de medicina para el alma, amar la bondad en ti mismo y no hacer daño con críticas y rechazo. Seguramente, alguna vez nos hemos encontrado con una persona enojada y gris que un trato suave y cordial le dibujamos la sonrisa.
Tener aprecio a las circunstancia de los demás, es eliminar la crítica y ponerse en lugar del otro. Es saber hablar y saber callar en los momentos adecuados, es manifestar la disposición de servir. Las personas no son tan malas como parecen, son las situaciones actuales, si las cambiamos por actos de bondad sembraremos bondad. El pensar y preocuparnos solo en nosotros, sin ni siquiera realmente amarnos, caemos en remolino de egos, y miserias sin felicidad interior e incomunicada con la belleza de la vida. La alegría en el vivir, exhorta al amor, al sentido de servir, y sensibilidad humana.
Es tan sencillo la alegría de vivir, hacer el bien y gozar la vida, trabajar desde el centro de corazón. Dar la mano, ser buen samaritano para muchos… Entre las muchas escenas dramáticas del diario vivir, aun en estos tiempos vale la pena servir, no importa si existe escasez de dinero o de tiempo siempre pueden hacerse pequeños favores que nada cuestan, ayudar un poco a quienes lo hacen, aliviando necesidades. El ser amable puede evitar enfermedades, retardar eventos, aprender a disfrutar más de la vida, hacerlo todo con alegría y de corazón. Recordando que la sonrisa sincera y cordial es la expresión de la bondad del corazón, la bandera que promueve la amistad, la confianza y alegría. Un antídoto contra la melancolía, nada cuesta y es tan simple. Es el amor que nutre la vida de cordialidad y sana alegría. En este día sonriamos un poco más, seamos un sol para los demás.
AUTOR: Karla C. Trias Estrada