Culiacán, Sinaloa (Café Negro Portal). – El sol de mayo brillaba con fuerza sobre el Panteón Civil de Culiacán, cuando la familia Esquivel cruzó la reja de entrada.
Cargaban un ramo de rosas rojas y claveles blancos, las flores favoritas de la señora Leticia. Hacía cinco años que ella había perdido su batalla contra el cáncer, dejando un vacío enorme en el corazón de sus seres queridos.
Con pasos lentos, la comitiva se dirigió hacia la sección donde descansaban sus restos mortales.
Ernesto, el hijo mayor, caminaba al frente con los hombros caídos, abrumado por los recuerdos que lo invadían cada vez que pisaba ese lugar.
Detrás iban su esposa Maritza y sus dos hijos adolescentes, Alejandro y Lucía.
Al llegar a la tumba, decorada modestamente con una lápida de granito gris, Ernesto depositó con delicadeza las flores frescas. Maritza prendió una veladora con la imagen de San Judas y la colocó junto al ramillete.
“Aquí estamos otra vez, mamá”, dijo Ernesto.
Los cuatro se sentaron en alrededor de la lápida, formando un círculo íntimo como tantas veces lo hicieran en vida de la matriarca. Fue la joven Lucía quien rompió el silencio con una risa entrecortada.
“¿Se acuerdan cuando mi nana Lety nos regañaba por cortarle los mangos al árbol cuando aún estaban verdes?”, apuntó.
Alejandro, el nieto que se dijo ser el consentido, soltó una risa también al recordar los peculiares métodos de Leticia para inculcarles buenos hábitos.
“O cuando nos dejaba el bote de galletas en la mesa y cuando lo destapábamos eran puros hilos y agujas”, expresó.
Y así como esta historia, el panteón se encuentra lleno de historias de aquellas madres que se adelantaron en el camino.
La memoria de aquellas mujeres que nos dieron la vida está inmortalizada en todas aquellas cosas que hacían para llevarnos por el camino del bien.
Este Día de las Madres, la familia Esquivel y miles de familias en Culiacán honraron la memoria de sus madres de la mejor forma posible: estando juntos y procurando amarse los unos a los otros.