Irene Medrano Villanueva
Culiacán, Sinaloa (Café Negro Portal).- Dejó la rentable esquina de la prostitución y hoy es una exitosa psicóloga, su vida no ha sido fácil, ha sufrido bullying, discriminación, odio, rechazo, insultos, tortura y hasta golpes por su identidad de género.
Alaskka Luz Bella Maldonado, una mujer trans que nació en un cuerpo de hombre, lo que le valió ser rechazada hasta por su propia familia, pero a ella, nada la amedrentó, y contra corriente, ha logrado salir adelante, pero, sobre todo, sentirse orgullosa de sí misma.
Nada se le ha dado, al contrario, se le ha negado todo, primero la comprensión de su familia, incluso, pese a que en Sinaloa las personas físicas ya pueden cambiar de nombre para modificar su identidad de género en actas de nacimiento, ella lo hizo, pero, en su casa la siguen llamando Manuel, como fue registrada en honor a su padre.
Pese a todos los avances que se han ido dando a favor de la transexualidad, todavía existe una transfobia estructural en la sociedad, la gente teme lo que desconoce y el colectivo trans son las y los grandes desconocidos, los grandes olvidados, los que nadie llama, pero si los más criticados y rechazados.
Con voz muy femenina, Alaskka lamenta que por más mujer que se vea, nunca va a ser mujer, pero ella, sigue luchando, sólo lo económico la ha detenido para continuar con su transformación.
“Me ha faltado dinero para mi transformación, no me ha dado miedo, mucho menos me he avergonzado de ser lo que soy, al contrario, estoy orgullosa, rompí todos los moldes, me eché el mundo encima, he tenido que navegar contra corriente y aquí estoy…”
Apesadumbrada dice que el primer rechazo lo sintió en su propia familia, con amigos cercanos, se ha tenido que ir acostumbrando, en la primaria le hacían bullying, en su adolescencia no la dejaron entrar a un antro porque según iba a causar disturbios por su identidad de género.
“Somos cuatro mujeres y cinco hombres en mi familia, además de mis padres y desde la infancia sentía que estaba en otro cuerpo, siempre fui maltratada, humillada”.
LA DISCRIMINACIÓN LA ORILLÓ A LA PROSTITUCIÓN Y DROGADICCIÓN
Destaca que tuvo una clínica de masajes, le iba bien, pero sus empleados le robaron todo, hasta la cartera de clientes, la mayoría de buena posición.
“Se me cerraban las puertas, ejercí la prostitución por nueve años en una esquina, pero no me siento estigmatizada, lo hice por necesidad”, indica.
Todos estos altibajos provocaron que se involucrara en las drogas, hasta que tocó fondo, pero un buen día se dijo hasta aquí y con una gran fuerza de voluntad, dejó todo eso atrás.
“Decidí estudiar, concluí la licenciatura de sicología; trabajo en un centro de rehabilitación, doy terapias, tengo diez años sin tomarme una cerveza, estoy en el proceso de cambiar mis papeles que están a nombre de Manuel, ya tengo la Curp, la credencial de elector, la licencia de manejar a nombre de Alaskka Luz Bella, sólo me falta el cambio de documentos de estudios, poco a poco lo voy logrando”.
Acepta que se dejó arrastrar por una sociedad, pero ahora con la frente en alto, sin miedo, sin complejos, “estoy trabajando en lo que me he especializado que es el tratamiento de las adicciones y trastornos de personalidad”.
Solo lamenta que en el amor le ha ido muy mal; ha estado unida ocho veces, la última pareja que tuvo por cuatro años, la acaba de dejar hace unos meses.
“Los consiento, los trato como reyes, trabajo para ellos, pero de un día para otro, me dejan; mi última pareja me golpeaba, hasta que me defendí como karateca, al ver que no me dejaba, se fue, le di gracias a Dios porque ya es el momento de que me quiera, de que me valore, ya vendrán tiempos mejores”.
Lamenta que en la mayoría se les mal etiquetan, porque piensan que por ser persona trans, deben de estar atrás de un restaurante lavando platos o en una cantina.
“No, al contrario, estamos en muchas partes, en muchas áreas sirviendo a la sociedad dando lo mejor de nosotras”.
Insiste que es urgente que las personas trans, tengan los mismos derechos, que no solamente se diga, sino que realmente se ejerzan, que se vea esa igualdad, que no las juzguen por una apariencia, por una cultura o preceptos religiosos y que pongan a prueba sus capacidades.