Raúl no se anima a decir dónde está. Dice sentirse seguro, aunque revela que no tiene más alternativa que confiar en que los pilotos de la Fuerza Aérea israelí sepan que el edificio pertenece a la ONU.
Este asedio, que ha dejado a los más de 2 millones de habitantes de la Franja sin electricidad, combustible e internet y prácticamente sin agua potable, se suma a los feroces bombardeos israelíes que, según cifras del Ministerio de Sanidad palestino, han dejado ya un saldo de 3.478 muertos y más de 11.000 heridos.
Ante esto, alerta Raúl, ha comenzado una “lucha por la supervivencia” entre la población, con refriegas entre gazatíes por obtener agua y comida para sus familias.
La evacuación ordenada por Israel de cientos de miles de gazatíes del norte de la Franja hacia la zona sur, advierte, ha generado un peligroso nivel de hacinamiento que, sumado a la falta de higiene y escasez de agua, puede desencadenar graves epidemias.
“La pregunta aquí es qué pretende Israel, porque lo que está haciendo es castigar a la población. Si quiere combatir con Hamás, vale, pero ¿por qué tiene la población que sufrir todo esto?”, se pregunta, sin encontrar respuestas.
Este anestesista valenciano de 40 años, trabajador de Médicos Sin Fronteras, aclara, una y otra y vez, que la situación en la que se encuentran él y el resto de los trabajadores humanitarios internacionales que quedan en el enclave no se compara con la que se vive “puertas afuera”.
Puertas adentro de este complejo de la ONU en el sur de Gaza, describe, cada uno tiene un litro de agua potable al día y van racionando la comida que les queda. Raúl también raciona el servicio de mensajes de texto que utiliza para comunicarse con su familia, a la que ha advertido que “esto se puede alargar por semanas o incluso meses”.
Tanto su organización como las otras, agrega, dejaron de trabajar hace varios días tras quedarse “sin ningún tipo de material, ya que se ha llevado todo a los hospitales públicos” que aún tienen algunas horas de electricidad gracias a generadores.
Consultado sobre su salida, dice estar en contacto con autoridades españolas al respecto, pero destaca que la prioridad no es esa sino la entrada de ayuda humanitaria a través del cruce fronterizo con Egipto, algo que se negocia desde hace varios días pero que todavía no ha sucedido.
Aunque la posibilidad de una evacuación de gazatíes hacia Egipto también parece lejana, Raúl alerta que “si no cruzan, en Gaza se van a morir de hambre y de sed” y anticipa que la aglomeración masiva de personas en el cruce fronterizo puede llevar a “imágenes más dantescas que las que vimos con la evacuación de Estados Unidos de Afganistán”.
Precisamente, este cooperante estuvo en el país centroasiático antes de la toma del poder de los talibanes y trabajó también en Yemén a escasos kilómetros de la primera línea de fuego.
Comparando esa experiencia con la situación actual de Gaza, sentencia: “Nunca vi algo como esto, en absoluto, es como si estuviéramos fuera de la escala”.
“Dependemos de lo que decidan los políticos de arriba. Ya decidirán lo que ellos vean, no sé, yo soy anestesista, no sé de estas cosas”, comenta resignado, mientras narra cómo los gazatíes que se encuentra le ruegan que cuente al mundo lo que están viviendo.