Culiacán, Sinaloa (Café Negro Portal). – La madrugada de este lunes, el silencio de Colinas de San Miguel, una zona residencial de alta plusvalía en Culiacán, fue roto por los estruendos de un ataque armado que dejó marcadas las vidas de quienes sobrevivieron.
Lo que prometía ser un día común para los internos de la clínica de rehabilitación “Shaddai”, terminó en una pesadilla cuando hombres armados irrumpieron en el lugar buscando a alguien en particular, pero dejaron tras de sí una estela de sangre y devastación.
“Estábamos todos dormidos cuando de repente oímos ruido, se oían gritos, ventanas quebradas”, relata uno de los sobrevivientes, aún bajo el impacto del trauma. “Lo supimos por el escándalo”. El testimonio, recogido horas después de la masacre, refleja el pánico vivido durante esos minutos interminables.
El horror comenzó cuando los hombres, cubiertos con pasamontañas, derribaron los portones de la clínica. Según los testimonios, eran tres o cuatro sujetos fuertemente armados.
“Se metieron para adentro, tumbaron los candados… El director les dijo que era una casa de Dios, les repitió varias veces, pero ellos no escucharon”, continúa.
Con violencia extrema, los agresores obligaron a todos a tirarse al suelo. “Nos empujaron con un rifle y nos dijeron: Bájense, bájense. Me bajé y me tiré al suelo. Le pedí a Dios para que no me fuera a pasar nada”, recuerda uno de los testigos.
Sin embargo, sus oraciones no lograron detener la tragedia. “De repente, empezaron a tirar balazos, pum, pum, pum, pum… y mataron al director, al subdirector y a algunos servidores”.
Entre las víctimas mortales están trabajadores que dedicaban su tiempo a ayudar a otros a superar sus adicciones.
“Venían buscando a alguien en especial, preguntaron si había gente de “El Mayo” ahí encerrada, pero nadie contestó nada porque no había nadie”, explica otro sobreviviente. “No sabemos por qué atacaron a los demás si venían por alguien en particular”.
Lo que salvó a algunos de los internos fue un fallo técnico en las armas de los atacantes. “Se les encasquilló el rifle, iban a hacer una masacre, iban a matar a todos”, cuenta uno de los jóvenes que logró sobrevivir. “Por eso se fueron rápidamente, porque no pudieron hacer más”.
Las imágenes de esa noche permanecen grabadas en la memoria de quienes estuvieron ahí. “Sentía que me iba a morir, ya estaba despidiéndome, pensé: hasta aquí llegué”, dice otro interno mientras describe cómo sintió el frío del cañón en su nuca. “Vi cómo chispeaba la sangre cuando dispararon a los compañeros. Fue algo impresionante, algo que no se supera de la noche a la mañana”.
En total, murieron nueve personas y cinco resultaron heridos. Había alrededor de 30 personas dentro de la clínica en ese momento. Para aquellos que sobrevivieron, el trauma es ineludible.
“Aquí estábamos para rehabilitarnos, y qué triste que nuestra salida sea así”, reflexiona uno de los internos, quien asegura que nunca volverá a ese lugar.