La carretera Culiacán – Navolato, un camino lleno de muerte

Irene Medrano Villanueva

Culiacán, Sinaloa (Café Negro Portal).- En un tramo de menos de 40 kilómetros, hay más de 220 cenotafios que hablan de muerte, son reminiscencias que nos recuerdan los enfrentamientos en el pasado, de vendettas que marcaron a una generación, pero, sobre todo, por el exceso de velocidad, el alcohol, falta de precaución y pericia al manejar un vehículo, ocasionado una serie de accidentes que han enlutado a familias completas.

La muerte en la carretera Culiacán-Navolato a diario está al acecho, la gente que vive a la orilla de la rúa, ve o escucha con normalidad el ulular de las sirenas que van al rescate de las personas accidentadas por un choque, o el retumbar de una ametralladora.

Hace poco más de una década, esta ruta que parece una línea recta, que se desprende de Aguaruto y llega a la entrada de Navolato, fue testigo de constantes enfrentamientos por gente armada; eran sicarios de los Carrillo Fuentes que se enfrentaban contra grupos del Cártel de Sinaloa, dirigido entonces por Joaquín Guzmán Loera e Ismael Zambada García.

De todo esto, muchos cenotafios son memoria de aquellos años de guerras intestinas que se encuentran diseminados en el camellón y a la orilla de la carretera. Muchos de esos cenotafios olvidados y casi enterrados por la maleza.

¡Allá está uno…! ¡Acá está otro…! es lo más común que se escucha entre los transeúntes que tratar de contar estas cruces y capillas.

En medio de arbotantes, flores, anuncios, sobresalen los cenotafios, algunos bien adornados, otros en menor escala, tienen adornos artificiales y uno que otro, flores frescas que un familiar recordó en el lugar que murió.

Otros más lucen la foto y uno que otro epitafio de la persona que perdió la vida en ese lugar.

En esta carretera, encontramos una tradición sagrada, que durante años ha persistido como un elogio a los que se han vuelto invisibles después de un accidente o después de morir bajo las balas furiosas del crimen organizado.

En la carretera hay de todo. A los deudos lo recuerdan con una cruz, una capillita, les pone flores, aunque cada vez se ven menos estas evocaciones, mismas que se han ido difuminando por la memoria de un pueblo que olvida, por eso es que cuando nos encontramos con una, resulta realmente cautivador atrevernos a imaginar su historia.

Los automovilistas si ponen atención al paisaje urbano, pueden observar que en menos de un kilómetro, están desperdigados hasta seis cenotafios, todos recordando, algunos con mantas colgadas de la capillita, que ahí falleció tal o cual persona.

ACOSTUMBRARSE A MORIR
“Uno ya está acostumbrado a ver este tipo de cosas, como al ruido que ocasionan las ambulancias tanto para recoger muertos, heridos y enfermos”, señala Antonio Aréchiga.

El señor Aréchiga,nquien tiene un negocio de pan a la orilla de la carretera Culiacán a Navolato, destaca que los accidentes son de todo tipo, es algo cotidiano, incluso, aclara que había más cenotafios, pero que con la modernidad, o algunos negocios que se instalan a la orilla de la carretera, los van quitando.

Otros parroquianos lamentan que hay mucho vandalismo y que los jóvenes ya entrados en copas destruyen los epitafios.

“Los jóvenes a veces vienen de la playa bien ahogados, vienen jugando carreras, sin ninguna precaución, los que no se estrellan, otros se bajan a destruir las cruces, tal parece que les molesta que les recuerden que si no se portan bien, ahí van a quedar…”, señalan.

La gran mayoría de los cenotafios son visitados por familiares que perdieron en ese lugar a su ser querido, le rezan, le lloran y les dejan un recuerdo.

“Es una forma dolorosa de recordar la situación en la que falleció mi padre, es un proceso de duelo para recordarlo, es algo así como una negación de la forma en que murió por la irresponsabilidad de unos borrachos, es algo que no se acepta del todo fácilmente”, señala una de las dolientes del señor Lafarga que quedó en ese lugar.

Sin embargo, hay otros cenotafios que se pierden entre la maleza, no hay nadie que los rescate, otros, resultan un peligro, porque no se ven bien y pueden ocasionar un accidente al chocar contra el montón de cemento y fierro.

“¡En esta carretera, muchos transeúntes vienen buscando la muerte!”, señala Guillermo Zazueta.

Los cenotafios sobre este camino, no sólo forman parte del paisaje urbano, sino que se han convertido en una especie de ofrenda… un escenario que nos recuerda la fragilidad de la vida.

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