Irene Medrano Villanueva
Culiacán, Sinaloa (Café Negro Portal).- Marcela y Manuel eran el uno para el otro, se amaban intensamente, pero las mentiras y las balas acabaron con lo que un día se juraron: amarse por siempre.
La historia de esta pareja pudiéramos decir que es como cualquier otra, sin embargo, no es así, porque la tragedia debido a que él nunca se adaptó a la vida que le ofrecía Marcela acabó en muerte.
Manuel le juró amor eterno, pero pudo más la adrenalina y precisamente el cinco de enero, día del trágico Culiacanazo, fue abatido junto con otro compañero porque era sicario.
“Ya le tocaba. A huevo se subió en ese carro porque no lo habían destinado a ese jale, porque estaba a prueba”, dice.
Marcela, de 25 años, es estilista, tiene dos hijos de su primera pareja y una bebé de Manuel.
“Desde que lo conocí lo amé porque era un hombre muy bueno, comprensivo, detallista, me apoyaba en todo, quería a mis hijos y ellos a él… su amor me lo demostraba a cada rato. Era como si me lo hubieran mandado hacer”.
Cuenta que lo conoció y a los pocos días le dijo a que se dedicaba, a ella eso no le pareció, le rogó que dejara eso para poder formar una familia. “Repito: era un hombre muy bueno, sólo sus compañeros y él sabían a lo que se dedicaba porque su apariencia era otra”.
Finalmente lo convenció, dejó atrás ese tren de vida que llevaba y ella a cambio le buscó trabajo de lavador de carros en una agencia. Vivieron dos años juntos.
“Nunca le gustó ese trabajo, a pesar de que yo lo quería acomodar en mi mundo, él era de rancho, estaba inconforme, pero el amor que nos profesábamos superó todo. Lo único que me mortificaba es que era un mentiroso compulsivo”.
La estilista cuenta que su pareja era mitómana ya que la mentira era parte de su vida cotidiana, buscó de todas las formas para que aceptara ayuda, sin embargo, no lo logró.
“Muy a mi pesar, porque nos amábamos, le di a escoger, la mentira o yo, no lo logré y con el dolor de mi corazón le pedí que nos separáramos, con la esperanza de que cambiara y volviera con sus dos amores: su hija y yo…”.
Dice que tenía 15 días de separada del amor de su vida cuando ocurrió la tragedia.
“Nos separamos y volvió a mentirme, la única vez que tuve noticias de él, porque le pedí que cuando dejara sus mentiras atrás, me hablara; me juró que iba a buscar ayuda y que estaba trabajando de albañil. Me volvió a mentir porque en cuanto nos separamos dejó el trabajo y se fue de matón, le salió el Diablo, pues”, lamenta.
Recuerda que el fatídico día, ella amaneció con ganas de hablar con él, pero se contuvo, porque no quería romper con el compromiso que había hecho, luego a media mañana le llegó la noticia de que el amor de su vida había sido masacrado por el Ejército.
“Me quedé en blanco, no lo podía creer, porque yo lo ubicaba en la obra. Nunca llegaron como refuerzos. Había ponchallantas en la carretera a Jesús María y eso provocó que su compañero que iba manejando perdiera el control del auto. Además, desde un helicóptero les dispararon: quedó sin brazos y la mitad de la cara destrozada”, dice con un nudo en la garganta.
Marcela asegura que nunca lo olvidará, pero que ya está acostumbrada a las tragedias, desde niña ha sufrido toda una serie de acontecimientos, entre ellos, fue víctima presencial del primer Culiacanazo, trabajaba en un negocio ubicado por la Sánchez Alonso, cuando empezó la lluvia de balas, duraron varias horas encerradas en una bodega, junto con algunos clientes.
Por ello, dice que quiere estudiar criminología, pero si no lo logra, entrará como policía.
“Si no agarro carrera, me enlisto como policía porque quiero servir a la gente ya que siempre he vivido en medio de la tragedia”, concluye.