Café Amargo
Irene Medrano Villanueva
¿Y si nos vamos todos? Es la pregunta que noche a noche nos hacemos en medio de las sombras y de la oscuridad del ambiente violento que estamos padeciendo.
Nos damos vueltas y vueltas en la cama, sin poder dormir, mientras escuchamos las balaceras, el ulular de las sirenas de ambulancias, de bomberos y volvemos a preguntarnos: ¿y si nos vamos todos?
La nebulosidad en la que nos encontramos tras ocho meses de esta maldita violencia ya no nos deja otro camino más que el de pensar en huir, pero recordamos lo felices que hemos sido en esta tierra bendita salpicada hoy de sangre de muchas vidas inocentes.
Nuestra mente gira en todo lo que dejaríamos si nos vamos todos: nuestro hogar, nuestra tierra fértil, nuestras amistades -porque seguramente el éxodo de miles de familias de bien se dispersará-.
¿Dejaríamos el trabajo que con tanto esfuerzo conseguimos, la universidad –una de las mejores del país–, la morada donde hemos sido tan felices y dejar enceres, mascotas, el ombligo de nuestros hijos que enterramos en esta tierra regada por 11 ríos, nuestros muertos que descansan en el camposanto?
¿Estamos dispuestos abandonar a este Culiacán, a este Sinaloa que ha sido el orgullo de México por ser el granero del país? ¿Lo dejaríamos en manos de la delincuencia para que se convierta en un verdadero narcoestado?
El sentimentalismo nos dice que no, pero luego nos llegan las preocupaciones y el miedo, nos resistimos a pensar que no hay otra alternativa más que tomar nuestros bártulos y ser un expatriado más.
Caliente…caliente.- Desde el 9 de septiembre de 2024 se desató una ola de violencia en Culiacán por la cruenta guerra de cárteles entre la “Chapiza” y la “Mayiza” con miles de desaparecidos, levantones, ataques a negocios, casas baleadas, asesinatos de civiles inocentes, a los que pomposamente le llaman “daños colaterales”, diariamente se roban decenas de vehículos, cientos de negocios cerrados, ante el silencio complaciente y obnubilado del nuestras autoridades.
Datos de la Secretaría de Bienestar y Desarrollo Sustentable señalan que hasta la fecha la cifra de familias desplazadas por la violencia, la mayoría del municipio de Culiacán, asciende a más de mil 180, pero no contabilizan a las familias de delincuentes que por temor a los contrarios huyen sigilosamente, dejando mansiones y casas abandonadas.
La gran mayoría de los desplazados es gente inocente que busca un mejor futuro para su familia, aunque tengan que dejar todo y volver a empezar.
El presidente de la Defensa de los Derechos Humanos, Óscar Loza Ochoa aclara que el número real de personas desplazadas podría ser mucho mayor, ya que muchas familias han optado por ocultarse para salvaguardad su integridad.
Ante este escenario seguimos reflexionado: ¿y si todos nos vamos de Culiacán? Y vuelve el sentimentalismo: ¿dejar nuestros recuerdos, nuestra vida hecha en esta hermosa ciudad?
Otro sorbito.- La nostalgia, el dolor, la impotencia a diario nos acompaña, ver una ciudad devastada, cientos de casas baleadas, quemadas, abandonadas, comercios cerrados y salta la inquietante pregunta: ¿y si nos vamos todos?, porque ya no sólo Culiacán es una ciudad casi fantasma, ya el norte y parte del sur están en las mismas condiciones de la capital del estado.
Tendremos el valor de decirles a nuestros hijos que abandonaremos casa, amigos, lugares donde han sido tan felices, su escuela, sus maestros porque queremos su bienestar.
¿En verdad esto es vida para ellos?
Los niños se dan cuenta de que las balas les quitaron su lugar de esparcimiento, que tienen que correr cuando están jugando y a una cuadra se sueltan las balaceras o en su salón de clases se tienen que tirar al piso y pasar minutos y hasta horas de angustia.
¿Valdrá la pena exponerlos a tanto? Cuando su infancia debería ser feliz y tranquila y no estar visitando al psicólogo una vez por semana por la ansiedad y el miedo que a muchos lo ha hecho presa.
Diariamente y a todas horas usuarios de redes sociales documentan balaceras, cuerpos sin vida en situaciones de violencia extrema –desmembrados, embolsados, colgados–, negocios sin clientes.
El gobierno lo niega. ¿Entonces, ante esta segazón, ¿qué podemos hacer? ¿irnos?, pero, entonces, a quién gobernará el mandatario estatal, ¿a los delincuentes?
Muchos han optado por no leer los portales, pero algunos de los que no quieren saber nada de violencia han quedado en el fuego cruzado o son testigos de hechos violentos, no lo leen, pero lo viven en carne propia.
Nuestras oraciones que es el único consuelo que tenemos se pierden ante el rugir de las metralletas, durante los enfrentamientos bajamos todos los santos del cielo, con el temor de que la calle o el poblado se quede sin hombres, ante los agarres tan cruentos, pero lo que sorprende a todo mundo es que las autoridades digan que no hubo bajas de un lado y otro.
¿Les creemos? Claro que no, por una sencilla razón: no usan pistolitas de juguete, cada día los delincuentes están usando armas sofisticadas y lo que sí se da a conocer, gracias a las redes sociales, son los daños colaterales que se han dado, donde sobresale la muerte de niños inocentes.
El desplazamiento forzado en Culiacán ya es una crisis humanitaria si con una sola familia que sea desplazada por hechos violentos nosotros que tenemos miles, da pie para que nuestras mentes y siga revoloteando por poner tierra de por medio.
Hay quienes están pensando, incluso, pedir asilo a Estados Unidos. ¿A usted en alguna noche de insomnio no le ha dado por preparar su viaje sin retorno a la patria chica que le ha dado todo?
No, no nos podemos ir todos porque la gran mayoría de los sinaloenses somos gente de bien. Dios por delante.